Al dividir las disciplinas en tres moveres del espíritu, Foster muestra cómo cada uno de ellos contribuye a una vida espiritual equilibrada. Las disciplinas internas de meditación, oración, ayuno y estudio ofrecen vías para el examen y cambio personal. Las disciplinas externas de sencillez, retiro, sumisión y servicio nos preparan para ayudar a hacer del mundo un lugar mejor. Las disciplinas colectivas de la confesión, adoración, búsqueda de asesoramiento y celebración nos acercan más los unos a los otros, y a Dios.